Digital Storytelling: Una reflexión sobre la creación de historias

Por Jacksubeli González Hermosillo 

La primera vez que escuché hablar sobre el Digital Storytelling fue en diciembre del 2016. Recibí una llamada de mi reciente empleador, que apenas una semana antes, me había contratado para ser asistente educativa en Border Youth Tennis Exchange (BYTE). 

Alejándome del bullicio de mi familia busqué un lugar tranquilo para escuchar la propuesta de Charlie. Debo de confesar que, aunque mi inglés actualmente es bastante decente, en el pasado tenía que esforzarme para entender lo que me decía y mucho más si era por una llamada telefónica. En una de las habitaciones de la casa de mi hermana me pegué el celular a la oreja para no dejar pasar palabra alguna: se trataba de una invitación para visitar la ciudad de Denver y asistir a un taller para crear mi propia Narrativa Digital en un taller que ofrecía el StoryCenter. No tenía ni la más mínima idea de lo que trataba, pero era una oferta a la cual era difícil decir que no.

Días después me encontraba abordando un avión junto a Charlie, el fundador y director ejecutivo de BYTE y su esposa, Stefanie, cofundadora y directora del componente educativo de la organización. En mi maleta cargaba lo necesario para tres días de estancia y un buen número de fotografías que recopilaban recuerdos de mi infancia y momentos felices en familia. Durante el viaje pensaba que contaría mi propia biografía, pero lo curioso es que ni una sola fotografía de esa torre de recuerdos terminó en mi vídeo, no porque no fueran importantes, sino que, a través del proceso de selección de mi historia, mi mente no dejaba de empujar la idea del porqué era yo la que estaba en esa hermosa ciudad atendiendo ese taller y no alguien más. 

Los pensamientos acribillaban mi cabeza y repentinamente la respuesta llegó para apaciguarlos: contaría un sueño que tuve sobre un monstruo lleno de ira, quien me perseguía para lastimarme, el cual yo interpretaba como el cúmulo de personas que se han atravesado en mi camino para alimentar mis inseguridades… pero no iba a dejar que mi historia terminara mal. Quería expresar que no importaba la tan temible apariencia de ese monstruo y lo difícil que pareciera de vencer: al final dejé de huir, me di la vuelta y lo enfrenté. Puse en claro que no permitiría que la representación del odio, la envidia, el rencor y la violencia, me tragara. Toda esa fuerza llegó a mí al reconocer que soy lista, hábil, creativa y que gracias a mi esfuerzo concreto mis logros. Gracias a ese taller sobre Digital Storytelling y a la experiencia contando mi historia, encontré la inspiración de enseñar a otras personas, de descubrir y sentir las palabras atrapadas en sus cabezas esperando ser liberadas junto a todas las emociones que las acompañan.

De estudiante a facilitadora

Es verdad que la inspiración y las ganas de enseñar no son suficientes para desarrollar un proyecto. Se necesita una metodología puntual para compartir el proceso de una narrativa digital. Este trabajo lo dirigimos y aplicamos a nuestra más reciente comunidad de estudiantes y atletas atendidos por BYTE en ese tiempo: las niñas de la Casa Hogar Madre Conchita (en Nogales, Sonora) y el Club de Niños y Niñas (en Nogales, Arizona). 

Aun a pesar de la frontera geopolítica entre México y Estados Unidos, el propósito era que ambos grupos se conocieran a través de sus historias. Era importante que aunque no pudieran convivir de manera presencial, supieran que hay otras formas de comunicarse, pues las historias no necesitan visa ni pasaporte. 

La metodología se creó gracias a la increíble colaboración entre BYTE y el StoryCenter. Incluía el uso de tabletas, dos opciones de poemas (“Yo soy” y “De dónde vengo”), lo cual ayudaría con la redacción del guion para la narración. Esto en un total de doce sesiones para crear y mostrar todas las narraciones digitales realizadas. 

El proceso de enseñanza fue un desafío. Había a quienes se les dificultaba escribir, a quienes fueron vencidos por los nervios al grabar la voz, y otros que se encontraban ante un reto al diferenciar y capturar imágenes explicitas e implícitas. Pero al final, comimos palomitas y disfrutamos viendo los resultados en compañía de cada grupo. Escuchamos las apreciaciones de cada historia y comprobamos que este proyecto saldría adelante. Además, era inevitable mejorar y adaptar la metodología y la práctica de enseñanza para que más personas se sumaran a la creación de narrativas digitales. 

Tiempo y evolución

Durante los siguientes años las versiones presenciales del taller se adaptaron a las diferentes situaciones que se nos presentaban: podían durar semanas o un par de días, dependiendo el tiempo que se tuviera para desarrollarlo. También me dediqué a formar nuevos grupos de creadores de diferentes edades y a adaptar mi técnica pedagógica. Esto último, con el curso intensivo para facilitadores de storytelling que ofreció el StoryCenter en Berkeley, California, en el 2018. Ahí aprendí no sólo de las instructoras principales, sino de las compañeras del curso que ya tenían tiempo promoviendo la creación de narrativas digitales en sus espacios laborales. Ahí se encontraban una profesora en el ámbito educativo para estudiantes de preparatoria, una doctora que trataba personas con cáncer, cuyos pacientes encontraban en su narración una forma de comunicarse con sus familiares y una catarsis en su proceso para sanar, una antropóloga quien usaba ese formato narrativo para hacer estudios sobre la comunidad hispana en California y celebrar su riqueza cultural. 

Adaptarse o rendirse

Durante el 2019 las noticias sobre un nuevo virus se sentían muy lejanas. Meses después el Covid-19 se extendió a todo el planeta. El caos empezó a reinar en cada esquina y el dejar nuestros hogares se volvió sumamente peligroso. Se decretó no salir de casa si no era esencial, incluso las escuelas cerraron sus puertas. Estaba claro que las autoridades sanitarias buscaban solucionar la situación, la cual afectó no solo al sector salud: la incertidumbre alcanzó también a organizaciones como BYTE.  

Mi teléfono sonó y al contestar escuché la voz de Charlie con más preguntas que respuestas: ¿cuánto duraría?, ¿cómo mantener la interacción con las distintas comunidades de las que ya formábamos parte?, ¿qué pasaría con el equipo de trabajo? Lo único que se venía a la mente era decir que había que esperar, sin embargo, consultarlo con la almohada me dio una opción más: “BYTE goes online” (BYTE en línea). La idea general era usar todos nuestros insumos para ayudar a las/los participantes a conectarse y recibir nuestras actividades educativas, artísticas y deportivas de manera virtual. Gracias a todo el esfuerzo y a una lluvia de ideas del equipo de trabajo se pudieron otorgar becas a quienes no contaban con internet, así como un dispositivo electrónico. 

A mediados del 2020, BYTE propuso una iniciativa a la AZ Humanities, la cual consistió en facilitar cuatro talleres de narrativa digital en Arizona. El objetivo del proyecto residía en la creación de un archivo digital de 40-50 historias terminadas, archivo que sirvió de ejemplo de la diversidad cultural y como evidencia de experiencias que reflejan lo que es vivir en el sur de Arizona. 

Nos encontramos con personas que tenían toda la disposición de participar, pero que no estaban familiarizadas con el uso de computadoras y aplicaciones necesarias para desarrollar las tareas en tiempo y forma. Sin embargo, como equipo, logramos convertir los inconvenientes en consideraciones para mejorar nuestras prácticas y brindar una mejor experiencia de aprendizaje. Una vez que miraban su video terminado y lo compartían, reconocían la importancia de su experiencia de vida esperando que lo que vivieron acariciara el corazón de quienes veían y escuchaban su narración digital: el objetivo principal del Storytelling.


Caro Iniguez